Una taza de café mueve sentimientos y pasiones. Unos sentimientos que muy bien se pueden igualar a los recuerdos que nos evocan en Café Saula los orígenes de nuestra empresa familiar.
Una ciudad portuaria y llena de vida, Barcelona. Un barrio enigmático, el Raval. Es aquí, en la pequeña calle de Sant Antoni Abat número 61, donde un joven emprendedor empezó a perfilar su destino. Este chico era Lluís Saula Pons (1924-2013), un soñador que salió de su pueblo natal, Calella de Costa, para ir a probar suerte en Barcelona. Proveniente de una familia con gran vocación industrial, en sus inicios empezó a importar y vender los productos de pasta que se elaboraban en Can Saula, así como galletas, caramelos y peladillas, entre otros.
Pronto el amor llamó a su puerta y se casó con Mª Teresa Puig Montserrat, quien se sumó al negocio aportando una gran destreza comercial. Su vida era muy sencilla y no iba más allá de aquella pequeña calle del Raval, donde tenían su hogar encima de la tienda.
Corría el año 1950 cuando las ansias para mejorar su pequeño negocio hicieron que Lluís se empezara a interesar por el mundo del café. Poco a poco fue aprendiendo el arte de comprar el café verde que llegaba al Puerto de Barcelona y adquirió una máquina tostadora de la marca ‘Pascual’. La azotea de su edificio fue el lugar perfecto para tostar la producción, que iba directo a la tienda, unos pisos más abajo.
Tres botes cilíndricos de vidrio colocados sobre el mostrador fueron suficientes para empezar esta nueva aventura. En uno había café natural, en el otro café torrefacto y en el tercero café colonial, proveniente de Guinea Ecuatorial, que entonces era una provincia española.
Muchos años y cambios han pasado desde entonces. De una pequeña tienda del Raval de Barcelona Café Saula ha pasado a producir más de un millón doscientos mil kilos de café al año. Aún así, el espíritu familiar y la obsesión para mantener una gran calidad en todos nuestros productos nos han seguido acompañando a lo largo de todo este tiempo.